Tuesday, August 3, 2010

This will last forever. I just know.

No pude dormir toda la noche, pensando lo que podrá pasar. No quise desesperar, ni siquiera mandarle un mensaje. Quería esperarlo con ansias, no saber nada de él hasta las 7:30 pm, sería más emocionante.
Dijo que me vistiera elegante, no tengo ropa elegante, en realidad no sé cómo vestirme, no sé a donde vamos a ir, así que no sé como vestirme. Le pediré ayuda a Jenna, tiene buen gusto para vestir.
Jenna vino a mi casa en cuanto la llamé, trajo consigo vestidos, polos elegantes, pants de todos los colores y hasta zapatos de taco, la adoré. Ella es mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, hemos crecido juntas, vive a 4 casas de la mía, vamos al mismo colegio, pero no estamos en el mismo salón, soy 1 año menor que ella. Nuestras madres se conocen desde su adolescencia y nos inculcaron la amistad entre nosotras, no recuerdo haber peleado con ella, somos demasiado unidas, la quiero como la hermana que nunca tuve, y eso es decir poco.

—Prueba con este.— Y me dio un vestido blanco escotado en V, no muy largo ni muy corto y unos zapatos negros de diseñador forrados en satén.

Luego de 5 minutos salí de mi clóset, que es como un pequeño cuarto. Jenna se quedó con la boca abierta.

—Estás hermosa, te tienes que poner éste, estás perfecta. Déjame probar como te voy a maquillar y peinar. ¡Aretes!, saca tu joyero.— Al parecer, ella estaba más entusiasmada y nerviosa que yo, eso es lo que siempre me ha gustado de ella, siempre se alegra de las cosas buenas que me pasan, al menos ella se da cuenta cuando son buenas para mi. Me conoce demasiado, que no tengo que explicarle tanto, ella siempre sabe como me siento con sólo mirarme a los ojos, conoce mucho de mí y yo de ella, somos como engranajes que nunca podrán interferir en sus movimientos, al contrario, por lo mismo que son engranajes, se complementan para funcionar.

Jenna me mandó a bañarme, eran exactamente las 4:37 de la tarde, así tendría tiempo de dejarme lista antes de las 7:30. Cuando salí de bañarme, Jenna empezó con mi cabello, lo secó, para luego plancharlo, mientras hacía lo que mejor le parecía con mi cabello, yo le contaba todo lo que últimamente había pasado, no la había visto en estos días, ahora yo sólo andaba con Nico, tampoco la veía en los recreos porque he tenido que ponerme al corriente con las tareas. Ella decía que Nico me convenía en todos los aspectos.

—Aparte de ser guapísimo, es de buena familia, y está estudiando una buena carrera pero lo más importante es que te quiere, una persona que no está interesado del todo en ti no tiene este tipo de detalles.— Siguió deslizando la plancha por mis largos cabellos y me dejó pensando. Tenía razón, de no ser así ¿Por qué Nico se mostraba tan interesado en mi?.
—Es cierto, pero no sé, es tan raro, yo no tengo tanta suerte.
—Danna, por favor, no digas tonterías. Tu puedes tener a cualquier chico, sólo que no quieres.
—Pero yo no quiero a cualquiera pues, Nicolás es diferente, Emmanuel ya quedó en el pasado, dejó de existir cuando conocí a Nico.
—Lo sé, ahora date la vuelta, me falta la parte de adelante.— Dio la vuelta a mi rosada y giratoria silla, me miró con mala cara.— ¿Por qué estás nerviosa?
Yo sabía que mis ojos estaban de color topacio, no me sentía bien, no estaba triste, como dijo Jenna, estaba nerviosa.

—Porque tengo miedo de que algo salga mal.
—Deja de ser tan negativa o ¿quieres que te cachetee?, Nicolás te quiere, y de seguro que hoy te dirá para estar, así que cálmate.
—¿Tú crees?
Hizo una mueca y me remedó.—"¿Tú crees?", ¡Claro que creo!, te apuesto que no quiere dejarte ir, eres especial y diferente a las demás, ¿Por qué crees que Emmanuel no acepta que ya no estás con él?
—¿Acaso has hablado con él?— Levanté una ceja, cómo no me lo dijo antes, que patético es Emmanuel, no entiende que ya no quiero ni verlo.
—Sí... fue hace 2 días, quería que lo ayude para que vuelvan, pero no quise, yo sé que quieres intentarlo con Nicolás, yo sé que él te hará feliz, Emmanuel nunca va a dejar de ser un idiota.
—¿Pero le dijiste algo sobre Nicolás?
—No, él ya lo sabe, alguien del colegio le ha dicho, no me quiso decir quién, pero sólo sabe que te estás viendo con alguien, no sabe quien es ni de donde.
—¿Tú se lo confirmaste?
—Sí, es mejor que sepa que ya no andas sola, algo tiene que frenarlo.
—Bueno sí, aunque dudo que del todo, seguro que dentro de un tiempo volverá a seguir molestándome.
—Son las 6:30, cámbiate de una vez.

Hice lo que me dijo, me puse un polo cualquiera y saqué el neceser de cosméticos.

—Ven para rizarte las pestañas.— Hizo todo el proceso del maquillaje. Me puse el vestido. Ya estaba lista, me puse los aretes y una cadena de plata que me regaló mi abuela.
—¡Son las 7:30!, ¿qué hago?, tengo miedo.
—Cálmate, Nico no te puede ver con los ojos así, ¿qué va a pensar?
—Pero no puedo calmarme, estoy nerviosa, no sé que va a pasar hoy.
—Pero ya lo sabrás.

El timbre sonó, Jenna salió por la ventana, no quería que Nico me viera hasta bajar. Le dijo que ya bajaba, cogí mi cartera, apagué la luz y salimos del cuarto.

***

Jenna saludó a Nico, y me dio un abrazo de despedida. Tengo que llamarla cuando llegue a casa para contarle que pasó.
Nicolás rodeó mi cintura con sus brazos, besó mi cuello descubierto y me dijo:
—Estás hermosa, perfecta, me has dejado sin palabras.— Besó mis labios de manera suave y me tomó de la mano. No me había dado cuenta que había un Ford Mustang GT 2005 de un gris luminoso, estacionado a pocos pasos de nosotros. No pude evitar la impresión, me encantan los carros, en especial los Mustang.—¿Te gusta?— Me preguntó con cierta curiosidad.
—¡Me encanta!, ¿Es tuyo?.— No podía salir de mi asombro.
—Sí, mi papá me lo ha regalado por mi cumpleaños, hoy día me lo dio. Es del 2005, pero está nuevo. Íbamos a ir en taxi, pero mira que graciosa es la vida, definitivamente, hoy es y será uno de los mejores días de mi vida.

Le sonreí, me quedé pensando, tal vez Jenna tenga razón y Nicolás quiera formalizar, pero no puedo adelantarme. Me acompañó a la puerta de su bello Mustang y abrió la puerta para que yo entre. El auto tenía unos cómodos asientos de cuero. Subió al auto y puso un CD, era el 2do álbum de John Mayer, mi cantante favorito. Él no lo sabía, pero me gustó que tenga los mismos gustos musicales que yo. Cambió a la canción número 8, una de mis canciones favoritas también.

—¿Has escuchado a John Mayer alguna vez?—Me preguntó.
—Bromeas, ¿no?. Es mi cantante favorito y ésta es una de mis canciones favoritas, ese hombre es un genio para escribir.
Soltó una risa.—Es uno de mis cantantes favoritos también, opino lo mismo en cuanto a su capacidad para escribir, es un tipo muy profundo.—Me besó la mano, y miró el camino.
Empecé a cantar las canciones, él las cantaba conmigo. En los semáforos me agarraba la mano y la acariciaba con su pulgar. Habían pasado alrededor de 20 minutos, aún no llegábamos al destino, me di cuenta que estábamos en San Isidro.
Nicolás se estacionó en un cochera. Bajó del auto y se dirigió a abrir la puerta del copiloto. Salimos de la cochera, al costado había un restaurante muy pintoresco, de facha gaucha, dio su nombre en la puerta y nos dirigieron a una mesa para 2. Pidió una parrilla. Tomamos vino, conversamos y comimos. Cuando acabamos la parrilla, sirvió vino en nuestras copas, sentí el sonido de un violín, la melodía se hacía fuerte, era un tango. Los conozco bien por que mi abuela, cuando yo era chica, me llevaba a la sala y me hacía poner en el equipo un CD de Carlos Gardel que le regaló una mis tías, y cantaba, se emocionaba hasta las lágrimas. Nicolás me sacó de mis recuerdos cuando me dijo que iría al baño, asentí.

—¿Tan rápido?— Pasaron sólo 20 segundos de que se había ido y ya estaba de vuelta.
Me quedó mirando y esbozó una sonrisa. Sentí pasos.

—Buenas noches señorita.— Era el señor del violín. Empezó a tocar una canción lenta, no la pude reconocer.

Nicolás tomó mi mano por encima de la mesa, no lo estaba mirando, pero pude sentir sus ojos posados en mí. Levanté la mirada, lo contemplé por unos segundos y me dijo:

—Eres la chica más linda que he conocido, no quiero perderte. Por eso, te traje aquí, a mi restaurante favorito, me levanté para llamar al señor violinista. Y, ¿sabes qué?, voy a dejarme de rodeos, quiero que solamente seas mía, quiero ser tuyo, ser parte de tu vida y tú parte de la mía. ¿Quieres estar conmigo?—Enloquecí. No podía articular palabra, acaricié su mano y sonreí.
—Sí, sí, sí, sí y mil veces sí.


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